jueves, 15 de diciembre de 2016

Andén

MAKANDAL - 06 DE MARZO DE 2006 - 20:30
                                                                
 “La vida es una herida absurda”

La noche esquiva gotas de lluvia y se disfraza de mañana. El Fredo y La María hablan, El Negrito, El Cabeza, La Ceci, David y Juancito corren de acá para allá. Difícil entender tanta vitalidad a semejante hora de la vida. Los pibes juegan y saltan, hurgando todo y pasan corriendo entre las reflexiones y concejos del Fredo y los retos de la Chapu que los previene sobre “El Chancho” que está en la otra punta.

Fredo habla del Guille, lo contrapone de ejemplo. “...se emborrachó, aspiró pocsirran y se metió a robar en la casa de un tira ¡Lo molieron a palos! ¿Así quieren terminar ustedes?..” pregunta sin enarbolar ninguna bandera de moral o conducta.

No propone a los pibes un dogma moralista, solo que sobrevivan.

“...eso no es nada – dice la María – cuando se pudo escapar le encajaron cuatro tiros ¡Cuatro! – reafirma como para convencerse que son muchos – Uno le dio en la pierna y ahora la bala  le está corriendo por el cuerpo. Si no le sacan rápido el plomo van a tener que cortarle la pierna o es boleta ¡Y eso que fue con una veintidós!..” 

Si bien nadie lo menciona, la edad del Guille puede presumirse entre los diez y los catorce años.

“...esas son las peores – dice Fredo – el plomo es más chico y corre más fácil ¡¿ustedes quieren terminar así?!” Les pregunta a los chicos que siguen de aquí para allá con su correteo sin prestarle demasiada atención.

Afuera llueve mucho, pero eso no impide que el David corra por los charcos de agua que se han formado en el piso de cemento.

Las charlas se reparten entre futuras víctimas de una violencia fatalista y sus designios divinos. Desde mi rincón oscuro escucho, y de repente el sueño se escapa por los oídos. La gente va y viene pensando en su trabajo, o tal vez calculando hasta cuando lo tendrán o que tendrán que conceder para poder conservarlo.

Las agujas del reloj caminan lentamente como en todas las esperas. Mis ojos se relajan  y buscan, cómplices, un sitio oscuro donde  morder su cansancio.

“. La Adriana va a perder si no la corta.” Siento entre velos. “...la Negra se salvó porque la hermana le encajó cuatro puñaladas... ¡¡Casi la mata!!.”

Los párpados pesan una enormidad y los faroles comienzan a caminar lentamente, después no tanto.
                                               Oscar Weidl

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